
Los primeros datos sobre el convento datan del año 1603 en el que los monjes franciscanos del monasterio de Santa Ana del Monte de Jumilla bajaban periódicamente para predicar, confesar, decir misa y recoger limosna de los fieles.
Los enfrentamientos de los años 1660-1674 entre bandos familiares dan a los monjes una buena oportunidad para desarrollar una importante labor encaminada a la “paz de la villa”. El papel de los monjes en la pacificación de estos enfrentamientos es crucial, y como consecuencia de su actuación y de la creciente devoción de la población hacia estos monjes, surge la necesidad de edificar en Cieza un convento. En 1671, Carlos II otorgaba la licencia para la construcción de un nuevo convento en Cieza. Tras todos trámites, sería en el año 1681 cuando se ultimaron los preparativos para el comienzo de la obras.
La dirección arquitectónica del convento se realizó por los maestros franciscanos Fray Juan Blasco, Fray Pascual Pardo y Fray Juan Salaberría. En las labores de construcción participaron tanto los propios monjes como los propios ciudadanos. En 1685, se puso la primera piedra en el lugar en que debía situarse el priorato, celebrándose en 1699 la inauguración del mismo, para el que los ciezanos ofrecieron múltiples donaciones en pro del mejor funcionamiento de éste.
Desde el punto de vista de su arquitectura cabe destacar la sobriedad de su fachada, apenas sin adornos, acordes a los principios de austeridad y pobreza propios de la orden franciscana. Es un templo de una sola nave, de cabecera rectangular y con capillas laterales entre los contrafuertes, que se comunican entre sí a modo de naves laterales. Tiene tres cuerpos de nave, un crucero alineado con las capillas laterales, cubierto con bóveda vaída, ábside recto y coro a los pies con arco rebajado y frente recto. Las pilastras adosadas a los pilares cruciformes de gran grosor tienen el plinto y fuste liso, y como única decoración se dispone una cornisa muy volada que recorre todo el edificio, decorada con elementos clásicos del barroco, tales como guirnaldas. La bóveda es de medio punto decorada con sencillos motivos vegetales. En el segundo piso hay una tribuna con balconcillos. Fray Benito de Salazar construyó en 1707 un grandioso retablo que se usaría hasta 1936.
La iglesia servía de enterramiento, tanto en las capillas como debajo de la nave central de la iglesia. No podemos obviar que Fray Pascual Salmerón, primer historiador de Cieza, tomó los hábitos en este templo en 1735. Sus restos serían depositados en 1805 en la Capilla de los Afligidos, ubicada a la derecha del altar mayor de la iglesia.
En 1822, abandona el convento la casi totalidad de la comunidad franciscana, quedando sólo tres monjes al cuidado de la iglesia hasta que, en 1836, se funda la sociedad benéfica La Caridad, utilizándose a partir de entonces las celdas de los frailes como habitaciones para ancianos y desvalidos. Más adelante, el edificio sería usado para múltiples fines. Así, por ejemplo, durante la Guerra Civil, fue hospital de soldados de las Brigadas Internacionales que lucharon a favor del bando republicano. Posteriormente, se ocuparía parcialmente como sede de la Comandancia Militar de Cieza, maternidad, etc., sin que dejara de ser también asilo de ancianos hasta que se construyó el hogar de San José y San Enrique a principios de los años ochenta. Uno de sus últimos usos, además de servir como dependencia de la iglesia de San Joaquín, sería el de Centro de Educación de Adultos.
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