
El alto del Almorchón es un cerro dolomítico que se eleva, poderoso y fascinante, a once kilómetros de Cieza, entre los embalses del río Quípar y del Cárcabo, al sur del cañón de Almadenes y al norte del Cagitán de Mula. Su cumbre alcanza una altitud de 768 metros, tiene una anchura de 750 metros y 1.500 de longitud; la silueta más atrayente se obtiene desde la autovía que une Cieza y la venta del Olivo.
Francisco López Bermúdez, catedrático de la Universidad de Murcia y autor de una tesis sobre este cerro aislado y tan característico del interior murciano, indica que «hace 120 años, los más renombrados geólogos europeos, dirigidos por la señora Geremie, organizaron la conocida expedición de los Alpides Españoles, así llamada por la semejanza de los Alpes con la cordillera Bética que iban a visitar: el Almorchón se encuentra en el borde frontal del cabalgamiento subbético».
Durante aquel viaje, a la flor y nata de la geología europea le sorprendió el cabezo del Alporchón, estudiaron la montaña y descubrieron que estaba formada por antiguos materiales del jurásico rodeados de otros más modernos o jóvenes, razón por la que le llamaron kiple, o lo que es igual, isleo tectónico. La conclusión es que los materiales originarios del jurásico se desplazaron hacia el sur desde un frente más al norte, para ser más precisos, desde la sierra del Asno, en el arco montañoso que se alza en los lindes de Murcia y Albacete, hasta las inmediaciones del cañón de Almadenes.
El Almorchón, ese cerro corrido hacia el sur, es una isla: «Se desenraizó –en palabras del López Bermúdez–, y es una joya que debería ser declarada espacio natural protegido por sus valores geológicos, geomorfológicos, botánicos, faunísticos, paisajísticos, estéticos y emocionales».
El poder de seducción de la montaña aumenta o disminuye a medida que se circunvala; así, al sur, no deja de ser una montaña más; por contra, al norte se convierte en un cerro subyugante. Tampoco es de extrañar, pues el propio cabezo posee grandes contrastes; en la cumbre, que domina las vegas medias del río Segura, abundan los endemismos botánicos, mientras que la solana está desprovista de vegetación arbórea, si bien predomina el matorral de romero, tomillo, espliego y jaras. Adosada a esa vertiente se descubre una aguja o monolito conocido por el Diente, en la que se han abierto varias vías de escalada, y es que el cabezo es una de las cumbres más frecuentadas de la Región por alpinistas españoles y europeos que han visto, en las escarpaduras de la vertiente norte, nidos de águilas y búhos reales: más de cuarenta vías hay abiertas en este cerro alejado y solitario al que se accede por caminos de tierra, y siempre que vaya bien informado. «Es una montaña de prestigio porque para alcanzar la cima es necesario escalar el torreón rocoso que la corona», dice Félix Gómez de León, que con José Luis Clavel abrieron en 1982 la arista Sur; «son numerosos los casos de montañeros que, tras haber realizado toda la subida, se quedan atascados, a escasos metros de la cumbre, en este resalte rocoso».
Al norte, en la umbría, verdea el pino carrasco, el enebro, la jara, el lentisco, la oreja de liebre, el matapollos y la retama. El hecho de ser umbroso en toda época del año favorece la presencia del conejo, el lagarto ocelado, la perdiz y aves rapaces como el águila real, el cernícalo, el búho y el mochuelo.
A la derecha de la vertiente sur se alzan, inquietantes, las llamadas torres del Cárcabo, tres erizados escarpes rocosos, y en las barranqueras previas que desaguan en la presa del Cárcabo, junto al Almorchón, en un paraje extremadamente seco y rugoso, se espigan algunos juncos, tarajes y adelfas en flor, lo cual es un alivio; en las áreas circundantes abunda el albardín y, sobre todo, el esparto, herbáceo del que Cieza ha sido importante centro de producción.
La presencia de margas y arcillas hace que la cuenca del Cárcabo –probable deformación de corcovo: curvatura, torcimiento– sea poco permeable, lo que la convierte en una de las ramblas más torrenciales de la Región; por esa razón, hace cuatro años se dio prioridad a la construcción del embalse, cuyo destino no es el de almacenar agua sino el de laminar las fuertes avenidas.
La sobreexplotación de acuíferos cercanos a la garganta de Almadenes ha afectado a la Fuente del Obispo, una zona de recreo que hay en la vertiente norte, y también al popular Borbotón, una surgencia que brota junto a la central eléctrica de Almadenes, paraje de gran interés y belleza situado a tres kilómetros del Almorchón donde el río se encañoña entre paredes de más de cien metros de altura, perdiendo su placidez de llanura.
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